jueves, 23 de agosto de 2012

Rompiendo el “cascaron”


Duele tanto, pero tanto, darse cuenta como pasa el tiempo. Si, ya sé que tengo 17 años. Pero siento como mi vida se pasa volando a años luz…
Para mi es como si hubiera sido ayer cuando en el 2000 entraba a pre-escolar, cuando me cambie de escuela en 2004, cuando hacíamos los pijamas partys o los asaltos y a pesar de tener entre once y trece años, nos sentíamos re grandes y creíamos que las “sabíamos todas”, el viaje a Carlos Paz que en su momento lo sentimos como lo mejor… Después vinieron las primeras salidas a bailar, donde nos hacíamos las ebrias tomando Liberty y Speed, los cumpleaños de quince, las pruebas del vestido, mis quince, todos esos días de la primavera, cuando arrancamos a salir de verdad a bailar, las previas, y que previas!, los campamentos, las interminables anécdotas en el salón, en la escuela, el festejo de fin de 4to, el festejo de principio de 5to, decorar el salón, cuando nos dieron los buzos, cuando arrancamos con microemprendimiento, el festejo antes de Barilo, el día antes de Barilo, la emoción que teníamos, que la valija no cierre, armar el termo con Fernet, subirse al micro, vivir, sentir y amar Bariloche, como a nada y paso tan rápido. Y cuando uno vuelve, no ve nada igual y ahí empieza a romperse el cascaron, cuando hay que caer de una vez y darse cuenta que nos quedan cuatro meses juntos, cuatro meses y terminamos la escuela. Cuatro meses, y todo cambia.
Hoy cuando pisamos la Siberia con las chicas,  todos esos recuerdos pasaron por mi mente en diez segundos. Fue tan grande el shock de entrar por primera vez a la facultad. Uno vuelve a sentirse como si estuviera en 7mo grado y sos lo más chiquitito de la secundaria, del turno mañana. Solo que acá era peor, porque como somos mas grandes, somos mas consientes de que somos lo “mas inferior”.
Es difícil expresar, con palabras todo lo que sentí al cruzar las puertas de la facultad, ver los millones de carteles políticos, ver gente diferente, mas grande, que parecen que están híper seguros consigo mismos y vos ahí, sin entender donde carajo estas, donde tenes que preguntar, y pensás “¿Qué carajo tengo que preguntar? Tengo miedo, me da vergüenza” Hasta que en un minuto superas ese cagaso momentáneo y lo afrontas… Arrancan las indicaciones, anda para allá, dobla a la derecha subí la escalera, bla bla bla, vale aclarar que después te perdes y te termina orientando un albañil que arreglaba el edificio, entonces te sentís la mas gila del mundo y ni te cuento si cuando estas saliendo vez que la oficina que esta primero dice “CENTRO DE AYUDA ESTUDIANTIL – INGRESANTES” y vos te recorriste todo el predio…
Valió la pena igual recorrer casi todo, nos ubicamos un poco, aprendimos donde estaba la fotocopiadora, la biblioteca, el comedor, donde está cada facultad, la oficina de postgrado, entramos a un salón vacío, enooooooooooorme, sin cuadraditos en la pared como los de la Boneo y lo mas triste sin un cartel que diga BARILOCHE con todos los nombres atrás… La gente en la facu, esta en la suya, nadie te mira, bah, eso creíamos nosotras que íbamos cabizbajas por miedo a cruzar miradas o miedo a algo que no sabemos bien qué es.
Nosotras pensábamos que nuestra escuela era grande, y pam nos encontramos con un predio gigantesco, un lugar completamente desconocido, que dudo que en seis años llegue a conocer del todo… Es como que ahí caes, te das cuenta que de verdad, ya esta, la vida se te paso volando, que estas viviendo la edad que todos dicen, es la mejor, que se te vienen las obligaciones de verdad, que hay que dejar atrás esto de sentirte prepotente por tener un buzo que dice 5to alta boludes, pero uno se siente “más” con el buzo, por lo menos adentro de la escuela. Y te vienen los mil y un miedos de fallar, fracasar, de no hacer amigos, de quedar como una retardada, de no ver mas a mucha gente, aunque alguna preferible ya no verla…
En fin, cuando veníamos de vuelta en el 102 cada una con su folletito, los leíamos, los mirábamos con una expresión de angustia, emoción, con una incertidumbre terrible,  pensando que hay que vivir estos últimos meses como nunca, y este verano como el mejor y el “ultimo” juntos quizás